CALL: Trabajar cansa

La playlist comienza: Pedro Pastor canta Sacar la rabia, justo en un día en que sentí cómo se abría paso dentro de mí, durante la manifestación contra el desalojo del Espai Sot al Control Popular Antiga Massana, en el barrio del Raval (Barcelona, donde vivo, nr), al ver de repente no solo esa injusticia, sino todas las demás que me rodean, tanto cercanas como lejanas. Ay de mí, el mío no suele ser el activismo valiente de la calle, sino más bien el activismo cobarde de la escritura. Pero me gusta salir de mi zona de confort y echar una mano a lxs compañerxs que trabajan desde el otro frente, el de la rabia.

En la manifestación todo era rosa, rosa por todas partes; la Antiga Massana es de hecho de color rosa Barbie. Pensé que si pueden hacer la revolución con ese color, entonces pueden incendiar esta ciudad entera: son lxs mismxs catalanxs anarquistas de siempre, en la irreductible Rosa de Foc. Tengan cuidado, llegará el momento. Llegará el momento en que les arrasaremos.

Mis pensamientos se disuelven en la multitud mientras me amalgamo en un único, gran pensamiento colectivo. Pero al final termino preguntándome: ¿qué hará cada unx cuando esté a solas? Tal vez es en esos momentos cuando nacen el arte y la revolución: mientras te lavas los dientes y te acercas al espejo para observar un grano en la cara, reflexionandote.

No existe solo el pensamiento colectivo, también hay un sentimiento colectivo; en esta rabia también vierto la mía, personal, como gasolina sobre el fuego: quiero un trabajo en el que no tenga que mentir. Sobre nada. No soy una holgazana; quiero trabajar para sentir que mi trabajo es útil, pero útil de verdad, como un servicio al mundo - para agradecerle mi existencia - y no como una deuda que hay que saldar.

En 1936, Cesare Pavese publicó “Lavorare stanca”: una recopilación de poemas marcados por un fuerte anti lirismo, un rasgo típico del escritor piemontés. Cuando lo estudiamos en el instituto, no lograba entender la urgencia de un título tan trivial, y seguí mucho tiempo sin comprenderlo, a pesar de que esos versos de Pavese me acompañarían durante toda mi adolescencia.

Al terminar la universidad, o tal vez incluso antes, al intuir el peligro que se acercaba, comencé a darme cuenta de que, efectivamente, trabajar cansa. Y mucho, añado.

Durante un tiempo, me culpé y me justifiqué (sincrónicamente) diciéndome que había nacido un sábado y que por eso - como mi madre siempre me repetía de niña - era una incorregible merodeadora. Luego empecé a percibir a mi alrededor un descontento general, mi feed de Instagram me ofrecía artículos de revistas pop y datos estadísticos que confirmaban mi malestar, olí el humo de nuestra rabia finalmente encendida por la chispa del cortocircuito: estamos hartxs de voluntariados disfrazados de prácticas, de sueldos ridículos, en fin, de ser malpagadxs y frustradxs – para citar al músico italiano Rino Gaetano – y de que nos digan que “en sus tiempos también era así,” porque en sus tiempos no era nada así.