
CALL: Reconstruir el amor
El artista catalán Adala (¿cómo definirlo? En su bio de Spotify escribe que su música es "una conversación imaginaria entre las palabras de Eduardo Galeano, las recetas de su abuela, las ideas Solar Punk de la juventud incansable y las ganas de vivir de la infancia inconsciente") escribe en una canción titulada Nómada:
Dius que m'estimes a mi / i que estimes moltes altres / t'entenc i em fa feliç / que desitgis més persones. / Mil maneres d'estimar / totes seran sempre bones / quan l'amor no està engabiat / quan no ets pres ni l'empresones. / Jo vull estar al teu costat / descobrir noves muntanyes / més enllà del nostre prat / i construir molts més refugis.
Traducido al castellano sería:
Dices que me amas / y que amas a muchos otros / te entiendo y eso me hace feliz / que desees a más personas. / Mil maneras de amar / siempre estarán bien todas / cuando el amor no está enjaulado / cuando no eres prisionero ni encarcelas. / Quiero estar a tu lado / descubrir nuevas montañas / más allá de nuestro prado / y construir muchos más refugios.
Adala (Guillem Simó) nació en Torre Baró, un barrio en la periferia norte de Barcelona, autoconstruido en los años cincuenta por emigrantes de Andalucía y Extremadura. Su reggae es libertario y revolucionario, y durante un concierto acústico en el espacio autogestionado Can Batlló en Barcelona – al que asistí hace unos dos años (noviembre de 2022, nr), sin siquiera saber exactamente quién era –, parafraseó sus propias letras entre canción y canción, demostrando ser un filósofo político contemporáneo además de un gran músico.
Palabras como las de los versos citados describen de forma sorprendentemente sencilla la manera privilegiada en que muchas personas parecen entender el amor aquí en Barcelona: espontáneo, libre, sin necesidad siquiera de encontrar la etiqueta más progresista para circunscribirlo.
Por suerte, hoy en día existen muchos términos para definir tipos de relación que – de hecho – siempre han existido en la historia de la humanidad, aunque no tuvieran nombre; el hecho de nombrarlos los hace visibles, y hacerlos visibles significa normalizarlos. Normalizarlos también implica legitimarlos, y podría continuar con más silogismos, pero el punto no es este.
Lo que quiero decir es que, una vez terminado el proceso analítico y dejada de lado la teoría memorista, después de haber leído los textos de Brigitte Vasallo y haber visto naufragar tus primeros e inexpertos vínculos poliamorosos peor que el Costa Concordia en Italia en 2012, en fin, después de haber deconstruido todo lo que se puede deconstruir sobre el amor, nos queda una sola cosa por hacer: reconstruir. Reconstruir partiendo de una idea genuina: que el amor debe ser libre y sano.
Afortunadamente (otra vez), no debemos hacerlo solxs, más bien al contrario: precisamente porque todxs hemos reconocido que las cuentas ya no cuadraban – en esa fórmula de amor patriarcal con la que fuimos adoctrinadxs – tomamos conciencia de que el amor es una cuestión colectiva además de individual; y siendo colectiva, es por lo tanto política.
A desentrañar estos temas, de manera humilde y majestuosa al mismo tiempo, se ha dedicado la Associazione Vanvera en el pódcast Il cuore scoperto de la plataforma storielibere.fm, una traducción italiana (no una versión italiana, sino una traducción: algo aún inédito en el mundo del storytelling digital) del pódcast francés Le coeur sur la table de Victoire Tuaillon, producido por Binge Audio en 2021.
Yo vengo de una familia de clase obrera donde mi padre siempre ha cocinado, limpiado la casa, me ha llevado a todas partes, me hacía las trenzas y me alisaba el pelo entre los siete y los trece años, antes de ir a misa los domingos (y antes de que abandonáramos definitivamente, tanto él como yo, la fe católica). Solo planchar la ropa no, eso nunca quiso hacerlo. Y se lo perdonamos.
Mientras mi madre se agotaba trabajando doce horas al día en un supermercado, mi padre siempre asumió ese trabajo de cuidado cuyo peso recae habitualmente en las mujeres; no lo hizo para transgredir la norma(tividad) ni para romper estereotipos de género, no actuó desde la consciencia de alguien que comprende los mecanismos del patriarcado, así que no lo hizo porque fuera feminista (solo hace pocos años ha oído esta palabra): lo hizo porque es un hombre bueno, inteligente, sensible, enamorado de su esposa y de sus hijxs. Pero también un hombre práctico: si hay que preparar la comida y barrer el suelo, alguien tendrá que hacerlo, sin cuestionarse si es “cosa de mujeres” o “de hombres”. Fin de la historia.
Mi padre tiene sesenta y un años, estudió hasta la educación básica, y es el décimo hijo de abuelos campesinos y analfabetos.
Por supuesto, no estoy completamente exenta de preceptos binaristas, además sazonados con una buena dosis de conservadurismo sureño, pero me considero muy afortunada de haber tenido a los padres que tengo en el contexto en que crecí.
Reconstruir el amor no significa necesariamente inventar algo nuevo desde cero, ni teorizar la posible fórmula perfecta que sustituya a la de la monogamia cisheterosexual; significa saber aprovechar algo que ya ha existido, ejemplos positivos que suelen ser relegados porque la hegemonía cultural es otro gran problema. Estudiar a los griegos y los romanos, pero también aprender de nuestros más recientes pasados campesinos, actualizándolos. Aprender de la pobreza, dignificándola. Contar historias diferentes, canjeandolas.
Solo así podemos escribir un futuro que será feminista o no será.